Este poema es un pequeño homenaje a cuantas mujeres han
perdido la vida a manos de sus maridos o viceversa. La historia que se presenta
está basada en un hecho real ocurrido en España.
No
pretendo con el poema incitar a la violencia en el matrimonio, tan sólo recoger
un testimonio de un hecho acontecido que me causó mucha pena.
El
amor tiene muchas formas de manifestarse, pero jamás bajo el lema de la
violencia.
Ojalá que todos
los actos de amor de nuestras vidas, sean como el dibujo que se presenta en este
diseño.
HASTA QUE LA
MUERTE NOS SEPARE
(declaración ante el Juez) cita
para este poema "Me
dijeron: si ves a un esclavo dormido, no lo despiertes por si está soñando con
la libertad. Les dije: si veis un esclavo dormido, despertadlo y explicadle la
libertad" Klalil
Gibrán 1883-1931 Doce
veces me partió el labio de una bofetada y
otras tantas, no recuerdo, la nariz también, en
maltrato psicológico siempre estuvo al día y
de noche no dormía en la casa, señor juez. Tuve
dos abortos provocados por patadas y
no sé cuántas veces he perdido el conocimiento. Es
la prueba número tres que aportará mi abogada -
le recuerdo que está usted bajo juramento -. Aparecía
en la casa cuando menos le esperaba para
exigirme que - a en punto - estuviera la comida y
mientras el puchero hervía, en el suelo me violaba tragándome
las lágrimas mezcladas con saliva. Estas
cicatrices que se aprecian en mi cara me
las hizo el canalla con un cuchillo de cocina. Llevo
treinta quemaduras de cigarro en la espalda y
siete correazos que me duelen todavía. Del
día primero de Agosto, recuerdo solamente, que
busqué en el desván su escopeta de caza, que
me senté a esperar tan pacientemente que
no sentí el calor pues estaba helada. Aquel
día fue el único en muchos años que
no llegó absolutamente borracho a la casa, llegó
suplicando y pidiendo el perdón cuando
vio que con la escopeta le apuntaba. Y
yo aprovechando su momento de cordura le
fui nombrando una a una sus fechorías. En
mis ojos decía que se reflejaba la locura mientras
en mi cuerpo desnudo las suyas veía. Era
tan fuerte la rabia que bullía en mi mente que
nunca supuse como alguien a sangre fría podía
dispararle a otro en la frente y
tener conciencia para llamar a la policía. El
psiquiatra alega: enajenación mental transitoria. Y
el médico que actuaba bajo una fuerte depresión. Yo
le digo, señor juez: ni una cosa ni la otra, lo
hice por mis hijos que sufrían más que yo. Así
le imploro que de sentencia condenatoria no
me rebaje de cadena perpetua la prisión, pues
es el único sitio donde me siento segura. Que
me perdonen mis hijos y a él... que le perdone Dios.
Poema inscrito en la
propiedad intelectual de Murcia
© Brisa Diseños. Copyright, Noviembre 2002.
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