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Sirva este poema que escribí en la adolescencia, para todas las madres del mundo

que por la causa que fuere perdieron un hijo siendo éste un bebé.

 

(Gracias a Brisa)

 

La puerta está entreabierta...

y alcanza con la mirada

a ver la cuna quieta.

No ha cambiado nada.



El sol tan complaciente

reposa sobre la almohada.

Dirige la vista al frente...

No ha cambiado nada.

Y en las estanterías

perduran colocadas,

esperando su regreso

muñecas de porcelana.

A los pies de la cuna

llora un Ángel de la Guarda...

"¡Ven... querido esposo!"

Él observa, le mira y calla.

"¡No escuchas sus llantos!,

¡Está sola y me reclama!..."

Él la estrecha con sus brazos

y una lágrima le resbala,

y le regala un suave "sí"

que le inspira confianza.

Ella entra en la habitación

y con el habla entrecortada

comienza a cantar muy bajito

la más dulce de las nanas,

y al compás mece la cuna,

y al momento... el Ángel calla.

Él que lo observa todo

tiene un nudo en la garganta.

Cae vencida por el sueño

la madre, MADRE del alma.

Él la lleva tomada en brazos

hacia la marital cama.

La recuesta suavemente

y volcando todo su amor

le da un beso en la frente.

 

Poema inscrito en la propiedad intelectual de Murcia

 

 

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