La
puerta
está
entreabierta...
y
alcanza
con
la
mirada
a
ver
la
cuna
quieta.
No
ha
cambiado
nada.
El
sol
tan
complaciente
reposa
sobre
la
almohada.
Dirige
la
vista
al
frente...
No
ha
cambiado
nada.
Y
en
las
estanterías
perduran
colocadas,
esperando
su
regreso
muñecas
de
porcelana.
A
los
pies
de
la
cuna
llora
un
Ángel
de
la
Guarda...
"¡Ven...
querido
esposo!"
Él
observa,
le
mira
y
calla.
"¡No
escuchas
sus
llantos!,
¡Está
sola
y
me
reclama!..."
Él
la
estrecha
con
sus
brazos
y
una
lágrima
le
resbala,
y
le
regala
un
suave
"sí"
que
le
inspira
confianza.
Ella
entra
en
la
habitación
y
con
el
habla
entrecortada
comienza
a
cantar
muy
bajito
la
más
dulce
de
las
nanas,
y
al
compás
mece
la
cuna,
y
al
momento...
el
Ángel
calla.
Él
que
lo
observa
todo
tiene
un
nudo
en
la
garganta.
Cae
vencida
por
el
sueño
la
madre,
MADRE
del
alma.
Él
la
lleva
tomada
en
brazos
hacia
la
marital
cama.
La
recuesta
suavemente
y
volcando
todo
su
amor
le
da
un
beso
en
la
frente.
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