EVOCACION

 

No tengo el alma viajera,

y es por eso,

que este rectángulo blanco acolchado

es mi paraíso.

Mis senos oculares

aprecian aún los colores de la memoria,

y no en vano,

rebobino un corto en ocho

para hacer mis días más leves.

 

Las brumas de enero

calan todos mis huesos

y es cuando echo de menos

las tardes de paseo

por la senda hasta la vía,

para palpar la yema,

o pintar el cerco blanquiazul,

anticaracolero,

en la justa mitad.

Luego de vuelta

cualquier florecilla en el ojal

impregnaba de aromas el cuerpo.

Ya en casa, el olor del barro pegado

al zapato viejo

era la pesadumbre del día.

 

 

¡Afuera se oyen pasos!...

¿Son cuatro patas?... ¿creo?.

¡Vaya por Dios, mi perro!.

¡Estás más flaco!, ¡quién lo diría!,

La "torcía" y el "hueso del candil"

relamías si era conejo.

Ahora, el arroz blanco,

sin sal, dietético,

pues ha llegado la moda

de parecerse a los muertos.

Notas: la torcía se refiere a las patas del conejo y el hueso del candil, equivale a la cadera del conejo, utilizado este en un ritual para cortar el mal de ojo, donde se cuelga el candil.

Mercedes Piqueras Mateo

 

Poema inscrito en la propiedad intelectual de Murcia

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