Llega
la
hora
madre
y
no
le
hemos
escrito
a
Dios
que
nos
reserve
una
plaza
en
su
hotelito.
Que
pena
madre
que
la
tierra
verde
se
tiña
de
sangre,
de
la
misma
sangre
que
piden
en
los
hospitales
para
hacer
transfusiones
a
los
enfermos.
A
veces
me
pregunto
porque
Dios
no
hace
transfusiones
de
cerebros,
algunos
deben
estar
marchitos
CARTA
A
MI
MADRE
(II)
Madre,
se
me
está
rompiendo
el
corazón.
Los
médicos
me
mandan
pastillas
que
yo
nunca
me
tomo.
Les
digo:
-
me
duele
mucho
aquí
-
pero
no
aciertan
a
dar
con
la
causa.
Son
médicos
madre,
del
cuerpo
pero
es
mi
alma
la
que
sufre
ese
dolor.
No
puedo
dormir
desde
que
comenzó
la
guerra,
esta
guerra
injusta
que
proclaman
en
el
nombre
de
Dios.
Cuando
cae
el
sol
y
las
sirenas
dan
el
toque
de
queda
mi
corazón
corre
en
busca
de
un
refugio
donde
los
misiles
no
le
alcancen,
pero
no
se
han
inventado
los
refugios
de
corazones
y
él
no
lo
sabe.
Salta
por
mi
pecho
como
si
de
un
campo
minado
se
tratara,
salta
por
las
sábanas,
salta
por
el
colchón,
arde
como
el
maldito
petróleo.
Así
por
ocho
horas
hasta
que
suena
el
despertador.
Me
levanto
con
el
alma
arrastrándose
como
un
cuerpo
a
tierra
y
mi
cuerpo
tiene
que
ir
a
trabajar
con
el
corazón
roto
pero
¿a
quien
le
importa?
CARTA
A
MI
MADRE
(III)
Querida
Madre:
hoy
me
enteré
por
el
noticiero
que
murieron
miles
de
inocentes.
Que
exhiben
a
los
presos
de
guerra
como
trofeos
en
sus
vitrinas.
Que
la
bandera
blanca
ya
no
tiene
el
significado
antiguo.
Que
existen
países
que
se
ofrecen
a
reconstruir
ciudades
destruidas
pero
¿a
qué
precio?
Madre
los
clientes
del
bar
no
hablan
de
otra
cosa,
empuñan
sus
lenguas
como
espadas
mientras
toman
el
café.
Arreglan
el
mundo
con
una
pegatina
en
la
solapa
de
la
chaqueta
que
dice:
NO
A
LA
GUERRA.
Pero
madre
cuando
salgo
a
la
calle
las
tiendas
están
llenas
de
señoras
que
compran
ropa
de
primavera
como
si
vivieran
en
un
mundo
aparte.
Les
preocupa
no
tener
dinero
para
pagar
la
hipoteca
o
dejar
de
fumar,
hacerse
la
cirugía
plástica
para
tener
una
buena
figura
de
cara
al
verano.
Me
vuelvo
a
casa
frustrada
por
el
oscuro
callejón
de
la
hipocresía.
TELEGRAMA
URGENTE
Querido
Dios:
Te
escribo
aunque
no
crea
en
los
milagros
para
que
me
quites
este
maldito
don
de
ver
con
los
ojos
del
alma.
Ya
no
quiero
ser
poeta